Tener un coche es sinónimo de tener un abanico de opciones más grande para hacer cualquier cosa que nos imaginemos. Si queremos ir a una ciudad, tenemos la libertad absoluta de decidir a qué hora queremos salir en lugar de estar a merced de los horarios que nos marcan los autobuses o los trenes. Si queremos acudir a una quedada con amigos, tenemos la capacidad de decidir cuál es el camino que vamos a seguir y si queremos pasar por algún sitio antes. ¿Creéis que eso sería posible de otra manera? Es evidente que no.
Además, tener la posibilidad de disponer de un coche equivale al mismo tiempo a no tener que depender de nuestros familiares o amigos. Cuando no tenemos coche, debemos depender de nuestros familiares o amigos para poder llegar hasta el sitio en el que hemos quedado. Y eso, hasta cierto punto, puede ser incómodo incluso para nosotros y nosotras mismas puesto que ya sabéis que no podemos pasarnos nuestra vida pidiendo favores. Es evidente que eso tiene que cambiar en algún momento.
Precisamente eso era lo que a mí me incomodaba durante mi adolescencia. Para desplazarme a cualquier lugar tenía que pedir a mis padres que me llevaran. No me sentaba demasiado bien porque siempre he sido muy independiente para prácticamente todas las cosas y esta era una de las pocas situaciones en las que me sentía a merced de lo que mis padres consideraran. Muchas veces, de hecho, no tenían tiempo para desplazarme hasta ese sitio y me tenía que perder algún evento por culpa de eso.
La decisión que tomé cuando cumplí la mayoría de edad fue empezar a sacarme el carnet del coche. Me parecía que era la primera piedra para intentar solucionar ese problema que tenía y que, desde luego, me hacía la vida imposible en muchas ocasiones. La verdad es que no se me dio nada mal. No solo obtuve el permiso de conducir a la primera tanto en el teórico como en el práctico, sino que, además, pronto me di cuenta de que me encantaba conducir. Se me daba realmente bien. Controlaba el embrague, que es lo que siempre se ha dicho que es más complicado, y tenía bien interiorizadas las reglas. Estaba bastante ilusionado.
Pero, como es evidente, una vez con el permiso en mi mano, llegaba el momento más difícil, el de conseguir un coche. Por aquel entonces, yo apenas tenía dieciocho años y todavía no había encontrado trabajo. Es cierto que tenía algunos ahorros de un par de veranos en los que sí trabajé como camarero en mi ciudad, pero nada que me pudiera servir para comprarme un coche nuevo. Como es lógico, tenía que pensar una alternativa y esa opción me la daba el poder adquirir un coche de segunda mano, algo que, por otro lado, han hecho millones de personas en España después de sacarse el carnet de conducir. ¿Quiénes de las personas que estáis leyendo este artículo habéis empezado a conducir con un coche nuevo? Supongo que no muchas.
El caso es que empecé a interesarme por el tema y a ver coches que me pudieran servir para empezar a acostumbrarme a conducir de manera completamente autónoma. Estuve varias semanas estudiando el mercado de segunda mano y finalmente me decanté por la compra de un vehículo que no fuera excesivamente nuevo para que me saliera más económico pero que, aún así, me permitiera gozar de esa libertad de la que hablaba más arriba, que a fin de cuentas era mi objetivo principal. El vehículo escogido fue un Hyundai Accent del año 2003. Aunque tenía bastantes años, el anterior dueño no le había dado demasiado uso y el vehículo solo contaba con 80.000 kilómetros.
Como es lógico, no tardé demasiado en darle una respuesta al antiguo propietario y en llegar a un acuerdo para la compra del vehículo. Me salió bastante barato el coche, creo que hice una compra muy buena porque, con los pocos kilómetros que había recorrido, tenía la certeza absoluta de que había encontrado un vehículo para bastantes años, lo que me daba también un cierto margen para encontrar trabajo y empezar a ahorrar de cara a un coche nuevo dentro de algunos años y también para independizarme por completo, que es el sueño que persigue mucha gente que está estrenando la mayoría de edad.
Una vez adquirido el vehículo, tenía la necesidad de acometer el cambio de titularidad del mismo con la máxima celeridad posible. No soy muy amigo de los trámites y creo que siempre es mejor resolverlos a la mayor brevedad posible. Entre el antiguo vendedor y yo optamos por hacer esos trámites a través de la web tucambionombre.com y, tal y como esperaba, conseguí que el vehículo estuviera a mi nombre bastante rápido. Es algo que interesa tanto al que compra como al que vende, en este último caso para evitar las posibles denuncias que puedan venir derivadas de la persona que compra en el periodo en el que todavía no está rematado el proceso.
Han pasado ya algunos años desde que todo esto tuvo lugar y mi Hyundai sigue funcionando como el primer día. Pasa sus inspecciones de una manera bastante holgada y la verdad es que más contento no puedo estar. Tengo más libertad que nunca y soy consciente de ello, así que puedo afirmar que soy bastante feliz. Incluso tengo un abanico más grande de posibilidades en lo que tiene que ver con la organización de mis siempre deseadas vacaciones de verano. Todo sería mucho más complicado sin un coche. Solía escuchar esto cuando era pequeño, pero ahora que he crecido, sé perfectamente por qué lo decían quienes se encargaban de repetirlo una y otra vez.
Parece que no soy el único que ha optado por esta vía…
Hay muchos artículos que señalan que no soy el único que ha decidido comprar un coche de segunda mano en España últimamente. Un artículo publicado en la página web del diario 20 Minutos a principios de este año que habla de los coches de segunda mano que se vendieron en España a lo largo del 2023. En concreto, se establece que se vendieron el doble de coches usados que de coches nuevos. Otros datos que se reflejan en el artículo es que se sigue apostando mayoritariamente por el diésel y que la media de edad de los coches usados supera los 11 años. En mi caso, la superaba, pero el kilometraje no era demasiado alto y me salía a cuenta pagar no demasiado dinero por él.
En una noticia publicada en la sección de Motor del diario El País se hace referencia a que, en 2022, por cada vehículo nuevo que se vendió, se vendieron 2’3 vehículos usados. Y es que no cabe la menor duda de que la gente siempre suele tener en cuenta un mercado como el de los coches usados, más económico y que, a fin de cuentas, proporciona el mismo servicio: un vehículo que permita que podamos desplazarnos con total libertad de un sitio a otro.
La verdad es que no hay nada mejor que empezar con un coche de segunda mano. Adquirir un coche nuevo cuando somos noveles no haría sino incrementar algo de presión a nuestra cabeza, que ya está bastante ocupada con realizar bien todas las labores propias de la conducción. Cuando compramos un coche de segunda mano, ya hay una persona que nos ha podido dar consejos específicos para manejar ese coche y para sacarle el máximo partido posible, que es lo que queremos.
Adquirir las máximas habilidades posibles es necesario cuando llevamos poco tiempo conduciendo y es muy probable que vuestra primera experiencia independiente al volante haya sido con un coche de segunda mano, como ha sido mi caso y el de otras muchas personas. Estamos ante una realidad que no solo es propia de un país como el nuestro, sino que también es bastante habitual en el resto de Europa y del mundo. Y estoy convencido de que la compraventa de coches de segunda mano va a seguir siendo no solo superior, sino mayor del doble, que la venta de vehículos nuevos.
Se abren muchas puertas para trabajar y para pasarlo bien cuando tenemos un coche que nos permita desplazarnos de una manera lo más cómoda posible. A fin de cuentas, esta es una necesidad que podemos considerar básica y que tarde o temprano requiere presencia en nuestra vida. Un coche siempre es la llave, o al menos una de las llaves, para la felicidad.
Cuando empezamos a tener un coche propio y nos damos cuenta de la diferencia que ellos supone con respecto a la vida que justo acabamos de dejar atrás, nos damos cuenta de lo importante que es un vehículo como este para garantizar nuestra calidad de vida. Es entonces cuando empezamos a tener la posibilidad de acudir a todos los planes que hagan nuestros amigos, a tener la posibilidad, a fin de cuentas, de ser felices. No hay nada que merezca más la pena que eso.