Sepamos si un afta bucal o un herpes bucal es lo mismo

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Seguramente que todas las personas han tenido alguna vez en su vida un herpes labial y posiblemente un alto porcentaje de la población también haya tenido aftas recurrentes, y aunque ambas lesiones son molestas, antiestéticas, dolorosas y pueden parecer lo mismo, en realidad hay algunas diferencias significativas entre ellas, para ello y como primer paso para lograr saber cuándo nos encontramos ante una u otra, definamos qué es cada una de ellas: 

  • Herpes Bucal. Su origen es vírico, concretamente lo causa el VHS-1 o virus simple por contacto directo, ya que se trata de una infección vírica muy contagiosa que provoca la aparición de ampollas o vesículas llenas de líquido en los labios o alrededor de la boca, que al romperse se transforman en pequeñas úlceras. Antes de la aparición de estas ampollas, también conocidas vulgarmente como calenturas, la persona puede sentir una pequeña sensación de hormigueo o picor en la zona, además de fiebre y malestar general. Tras una primera infección y una vez remitido el herpes bucal, el virus que lo provoca permanece en un estado inactivo o latente en el organismo, hasta que se vuelve a reactivar como consecuencia de un debilitamiento del sistema inmunitario del organismo, ya sea por razones físicas o psicológicas, como fiebre, estrés emocional, etc. Una idea de la capacidad de contagio de este virus nos la refiere la Organización Mundial de la Salud(OMS), pues según informa, aproximadamente un 67 % de la población mundial está infectada por este virus.
  • Afta Bucal. A diferencia del herpes bucal, su origen puede estar causado por virus, bacterias, hongos, déficit de vitaminas, etc. pudiendo aparecer en cualquier punto de la cavidad bucal, lengua, labios, encías, garganta…, y no es contagioso. Se trata de una lesión benigna formada por pequeñas úlceras ovaladas de fondo blanquecino y bordes rojos, muy dolorosas y bastante molestas. En el caso de presentar un afta bucal actividades tan elementales como hablar, comer o besar pueden presentar alguna dificultad, del mismo modo se debe evitar el consumo de alimentos salados, picantes o ácidos, ya que podrían potenciar el dolor. Por lo general, las aftas tardan un promedio en curar de una a dos semanas, transcurridas las cuales desaparecen sin dejar cicatriz. Los principales desencadenantes para la aparición de un afta son:

-Traumatismo local, por mordeduras accidentales.

-Deficiencia de algunas vitaminas y minerales como la vitamina B12, vitamina C, zinc, hierro, ácido fólico…

-Aumento de acidez en la cavidad oral producido por reflujo gastroesofágico. 

-Cambios hormonales en la mujer, durante el ciclo menstrual. 

-Determinados alimentos como tomate, chocolate, café, piña… o medicamentos como antiinflamatorios, aspirina…

Algunas personas presentan aftas recurrentes con lesiones frecuentes desde la infancia, por lo que se estima que puede existir una predisposición genética, ya que el 40 % de los pacientes aproximadamente también tiene antecedentes familiares positivos.

En ambos casos, tanto en aftas como en herpes, para conseguir una buena prevención, además de seguir una dieta correcta y equilibrada para mantener en un alto nivel las defensas del organismo, también es sumamente importante el mantenimiento de una buena y correcta higiene bucal, tal y como nos aconseja la especialista en cirugía oral y maxilofacial, Pilar Lobo de la Clínica dental Galván Lobo. Ella, junto con el resto de profesionales de su sector nos recalcan cada día lo importante que es acudir a nuestra clínica dental de confianza, dado que ellos son los verdaderos expertos en la materia y son los que nos pueden aconsejar los mejores tratamientos para tener una boca sana y cuidada. Así, además de la habitual revisión, nosotros os recomendamos que al mínimo síntoma de problema bucal acudáis al dentista a que os revise que todo está correcto. 

¿Cuáles son los principales síntomas de un sistema inmunitario débil?

Con el fin de evitar que el cuerpo humano sea cada vez más vulnerable a las enfermedades y evitar que sea una excelente puerta de entrada de patógenos debemos mantener como barrera de protección un sistema inmunitario fuerte. Los principales síntomas de que nos encontramos ante un sistema inmunitario débil son:

  • Infecciones asiduas y recurrentes, como amigdalitis, herpes, infecciones de orina, encías que se inflaman fácilmente…
  • Cansancio frecuente, constante y excesivo, dolores musculares, calambres…  
  • Unas décimas de fiebre alta de una forma frecuente.
  • Escalofríos y sensación de malestar.
  • Debilidad y caída del cabello.
  • Problemas digestivos frecuentes como diarreas, pérdida de apetito, náuseas, vómitos… 
  • Heridas que tardan más de lo normal en curar, en cicatrizar.
  • Enfermedades simples que se prolongan en el tiempo y que no terminan de curarse o se agravan, como resfriados, catarros, gripes…
  • Falta de sueño, posibilidad de sentirse estresado. 

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