Hace unos años nadie hablaba de este tema que mencionamos en el título de este artículo: si pensabas en contaminación, se te venía a la cabeza el humo de los coches o las fábricas a las afueras de la ciudad, pero no el aire que respiras mientras trabajas, haces la compra o tomas algo en una cafetería. Sin embargo, poco a poco se ha ido colando en nuestras conversaciones. Por fin, empezamos a preguntarnos si el aire que nos rodea es tan puro como parece, al punto de que nos dimos cuenta de que, aunque algo sea invisible, no significa que no afecte a nuestra salud.
Ahora, este es el tema que cada vez está más presente: la calidad del aire que respiramos.
La importancia de respirar bien.
Todos respiramos unas 20.000 veces al día; sin embargo, no solemos pensar demasiado en qué estamos inhalando exactamente. En el aire hay mucho más que oxígeno: también se encuentran partículas que no deberían estar ahí, como ácaros, bacterias, virus, moho, compuestos químicos o incluso restos de productos de limpieza. Todo eso entra en nuestro cuerpo sin que lo veamos, y no hace falta que vivas en una ciudad llena de tráfico para que el aire esté sucio. De hecho, en espacios cerrados la calidad del aire suele ser bastante peor que en el exterior.
Esta es una realidad que se ha investigado mucho en los últimos tiempos. Espacios como oficinas, centros educativos, hospitales o incluso gimnasios pueden acumular una carga de contaminantes bastante elevada, especialmente si no están bien ventilados o si el sistema de climatización no está en buenas condiciones.
Además, respirar ese aire a diario tiene consecuencias en nuestra salud muy visibles: dolores de cabeza, fatiga, sequedad ocular, irritación en la garganta o, en casos más sensibles, en crisis asmáticas o alergias; por no hablar de los riesgos añadidos que vimos en la pandemia, donde la transmisión aérea cobró todo el protagonismo.
¿Estamos entonces, ante una nueva moda que pasará?
Podemos pensar que esto de purificar el aire es una tendencia más, como tantas otras, pero lo cierto es que, a día de hoy, la calidad del aire interior ya se ha convertido en una prioridad en muchos sectores. Respirar en condiciones se ha vuelto sin duda una necesidad real, sobre todo en entornos donde hay muchas personas compartiendo espacio durante horas.
Imagínate, por ejemplo, una escuela infantil donde los niños juegan y aprenden a diario, o una residencia de mayores, donde hay personas más vulnerables a cualquier tipo de infección. Incluso en restaurantes, clínicas, hoteles o centros de estética, el hecho de respirar un aire limpio influye en la experiencia del cliente y también en la salud del personal que trabaja allí.
Cada vez más negocios se están dando cuenta de esto, porque, además, las evidencias son claras: cuando mejoras el aire, también mejoras el ambiente, y la gente se siente más a gusto, más despejada y más cómoda. Al final, todo esto repercute en la reputación del lugar, en su higiene percibida y hasta en la productividad de quienes están ahí cada día.
¿Cómo se puede mejorar el aire?
Aquí es donde empieza lo interesante, porque mejorar el aire requiere un proceso meticuloso que pocas personas conocen; de hecho, se basa en aplicar soluciones tecnológicas pensadas precisamente para eso. Una de las más efectivas, y que más se está utilizando últimamente, es la ionización del aire.
Para explicarlo de forma sencilla, la ionización consiste en liberar unas pequeñas partículas cargadas eléctricamente (iones) en el ambiente. Estas partículas tienen la capacidad de unirse a contaminantes del aire como polvo, esporas de moho, alérgenos o incluso ciertos virus, y hacer que se agrupen en masas más grandes que luego pueden ser filtradas más fácilmente. Asimismo, también ayudan a desactivar microorganismos o reducir malos olores sin necesidad de usar productos químicos.
Es como una limpieza silenciosa que no se ve, pero que está ocurriendo todo el tiempo, sin necesidad de poner máquinas enormes ni hacer reformas. De hecho, existen soluciones muy discretas que se integran en el sistema de ventilación o en zonas estratégicas, y que trabajan constantemente para que el aire esté más limpio.
Esto no solo se está usando en edificios modernos o recién construidos. También se puede aplicar en instalaciones que ya existen, con lo cual se vuelve una opción muy interesante para mejorar la calidad del aire sin hacer una gran inversión ni parar la actividad habitual del lugar.
Sectores donde ya es imprescindible.
Uno de los motivos por los que este tipo de soluciones se está implantando tan rápido es porque hay muchos sectores que ya lo consideran imprescindible:
- En hospitales y clínicas, por ejemplo, garantizar un aire limpio reduce el riesgo de infecciones y ayuda a proteger tanto a pacientes como a profesionales sanitarios.
- En la industria alimentaria, mantener el aire libre de contaminantes es esencial para evitar problemas de seguridad alimentaria.
- En oficinas, mejora el bienestar del equipo y puede disminuir las bajas por problemas respiratorios o alergias.
- También hay sectores donde cuidar el aire se ha vuelto parte de la experiencia del cliente. Los hoteles de alta gama, los spas, los centros de estética o los gimnasios están incorporando sistemas de purificación precisamente para transmitir esa sensación de limpieza total.
De este modo, el cliente no solo verá que todo está en orden, ¡También lo respirará, literalmente!
Un servicio cada vez más especializado.
Mejorar la calidad del aire no es sencillo: se debe hacer un estudio del lugar, entender qué tipo de contaminantes pueden estar presentes, analizar el uso que se le da a cada espacio y, en función de eso, diseñar una solución personalizada.
De hecho, Air Quality Prosescan, que trabaja con sectores muy distintos para adaptar soluciones a medida, nos explica que la base está en combinar tecnologías como la ionización, la medición en tiempo real, los filtros avanzados o el control de humedad.
Lo mejor sin duda, es que todo esto se puede lograr sin alterar la actividad normal del espacio, lo cual lo hace aún más práctico para negocios que no pueden permitirse cerrar ni un solo día.
La calidad del aire también nos afecta emocionalmente.
Hay algo que a veces se nos olvida cuando hablamos del aire: su relación con cómo nos sentimos. Respirar un ambiente limpio, con buena ventilación, sin olores extraños ni sensación de pesadez, nos da una calma que no siempre sabemos identificar. Pero está ahí. Lo notamos cuando entramos en un sitio que huele bien, que se siente fresco, que no tiene ese ambiente cargado que tanto agobia.
Muchas personas que trabajan en espacios cerrados notan una mejora muy clara cuando se aplica una buena solución de purificación: por fin dejan de tener esa sensación de fatiga al final del día, o esos dolores de cabeza que parecían inevitables, de modo que es un cambio sutil, pero muy real.
En las casas también se nota: cada vez hay más gente que instala sistemas de purificación o ionización en su vivienda, especialmente si tienen niños pequeños, mascotas o problemas respiratorios.
Al fin y al cabo, vivir o trabajar en un espacio donde se respira bien mejora el ánimo, ayuda a concentrarse y reduce el estrés. ¡Y lograrlo, en los tiempos que corren, es oro!
¿Y qué podemos hacer nosotros, como particulares?
Aunque este tema suele estar más asociado a empresas o grandes instalaciones, también podemos hacer mucho a pequeña escala. En casa, por ejemplo, podemos mejorar el aire simplemente abriendo ventanas todos los días, evitando productos químicos agresivos, usando plantas que ayuden a purificar y, si es necesario, instalando algún sistema adaptado a nuestro espacio.
También es interesante pedir información cuando vamos a ciertos sitios: preguntar en la escuela de nuestros hijos si tienen un sistema de ventilación adecuado, fijarnos si los gimnasios o centros que frecuentamos están apostando por este tipo de tecnologías, o incluso valorar esto como un plus cuando contratamos servicios de salud, estética o bienestar.
Y si tenemos un negocio o gestionamos algún tipo de espacio compartido, ya sea una oficina, una clínica, un centro deportivo o cualquier lugar donde el aire que se respira es el mismo para todos… entonces sí, es momento de dar el paso.
Recuerda: respirar bien es vivir mejor.
Cada vez estamos más concienciados con lo que comemos, con los productos que usamos en casa, con la higiene… pero a veces se nos olvida algo tan básico como el aire que respiramos. Y lo hacemos a todas horas, sin descanso.
Por eso tiene tanto sentido empezar a prestarle atención, ya sea en casa, en el trabajo o en cualquier sitio donde pasemos parte del día. Lo bueno es que ya existen soluciones muy buenas para mejorar ese aire sin necesidad de complicarse demasiado, ¡Solo hace falta querer hacerlo! Y créeme que se nota: notamos la diferencia en cómo nos sentimos, en cómo descansamos, en nuestra salud y hasta en nuestro estado de ánimo.
Y si respirar bien está en nuestra mano, ¿por qué no empezar ya?