Cómo una visita a la farmacia cambió mi vida: mi historia en primera persona

Una farmacia que cambió mi vida. Así de claro. Durante más de veinte años, el tabaco había sido mi compañero de vida. Y sí, en los buenos momentos, en los malos, en el trabajo, en los descansos, después del café. Siempre recuerdo mi imagen con un cigarro de la mano.

Es cierto que, como hacen muchas personas, había intentado dejar de fumar varias veces por mi cuenta, pero siempre terminaba volviendo. Hasta que un día pasé por la Farmacia El Ancla, en Huelva, y vi un cartel que decía: “Servicio de Deshabituación Tabáquica. Te ayudamos a dejar de fumar”.

No sé por qué, pero esa frase me hizo detenerme. Quizás fue el destino. O si me pongo un poco ñoño, os puedo decir que ese famoso hilo rojo que une a dos personas de la historia china, pues en este caso me estaba uniendo a mí con esa farmacia. Pero yo no lo sabía.

La farmacéutica que me atendió me recibió con una sonrisa y una tranquilidad que me hizo sentir desde el primer momento mucha confianza. Ella me explicó en qué consistía el programa de deshabituación tabáquica. Que son sesiones personalizadas, seguimiento semanal, medición de monóxido de carbono en el aire espirado, apoyo psicológico y, si era necesario, tratamiento farmacológico.

Me preguntó, sin juzgar, cuántos cigarrillos fumaba al día, cuándo empecé, en qué momentos me resultaba más difícil resistir. Luego, con mucha paciencia, me ayudó a entender que no era una cuestión de fuerza de voluntad, sino de apoyo y de querer dejarlo.

Salí de aquella primera consulta feliz, pero sobre todo sabiendo lo que tenía que hacer para acabar con este maldito vicio.

Los primeros días: el reto más grande

Los primeros días sin tabaco son los más complicados, no lo voy a negar. Sentía ansiedad, estaba irritable y una especie de vacío que no sabía cómo llenar. Pero esta vez no estaba solo. Desde la farmacia me llamaban o me mandaba un mensaje para saber cómo me encontraba. Me hacían un seguimiento exhaustivo, y cada semana veíamos los avances en las mediciones de monóxido. Ver cómo los niveles bajaban era como recibir una pequeña medalla de logro.

También aprendí a identificar mis desencadenantes: el café de la mañana, las pausas en el trabajo, las reuniones con amigos fumadores. Con la ayuda del equipo de la farmacia, fui sustituyendo esos momentos por rutinas nuevas y más saludables. Empecé a salir, a caminar, a beber más agua, a respirar profundo cuando sentía ansiedad.

A las pocas semanas, noté los primeros cambios. Mi respiración mejoró; subía las escaleras sin ahogarme. Dormía mejor, incluso dejé de roncar para la felicidad de mi pareja, tenía más energía, incluso el sabor de la comida cambió: todo sabía más intenso, más real. Pero lo más sorprendente fue el cambio mental.

También me enseñaron a manejar los momentos de estrés sin recurrir al cigarrillo, a entender que los antojos eran pasajeros, y que la recaída no era un fracaso, sino una parte del aprendizaje.

Un nuevo estilo de vida

Y al final todo esto se resume en un nuevo estilo de vida Simplemente, ya no formaba parte de mi vida el maldito tabaco. Aproveché la energía que me sobraba para empezar a hacer deporte, algo impensable antes. Incluso empecé a correr con un grupo local en Huelva, algo que se ha convertido en una de mis pasiones.

Otro cambio importante fue el económico. Nunca me había parado a pensar cuánto dinero gastaba en tabaco al mes. Cuando dejé de comprar cigarrillos, empecé a ahorrar sin darme cuenta. Y es que es cierto eso de que gastamos un buen dineral en tabaco. Con el tiempo, me di hasta un pequeño capricho, un viaje en familia que pagué con lo que antes se iba en humo. Y ya os digo que el viaje no fue al pueblo de al lado.

Pero el verdadero cambio fue interior. Recuperé la autoestima, la confianza y la sensación de control. Y todo comenzó con una conversación en la Farmacia El Ancla.

Hoy, al escribir estas palabras del artículo, llevo más de un año sin fumar. Y todavía me emociono cuando paso por delante de la farmacia y recuerdo aquel día en que entré sin saber que mi vida estaba a punto de cambiar. Gracias es lo único que puedo decir.

Dejar el tabaco no fue fácil, pero con el acompañamiento adecuado, se volvió posible. Y si alguien que lea esto está dudando, solo puedo decirle: atrévete a dar el primer paso. La ayuda existe, y está más cerca de lo que imaginas. En mi caso, estaba en una farmacia de barrio, con personas que me trataron con humanidad, profesionalidad y cariño.

Gracias a ellos, hoy puedo decir con orgullo que soy exfumador, pero sobre todo, soy libre.

 

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